Escribe para El OJO, Hugo Pérez White.- Las declaraciones que se emiten eventualmente por los medios de comunicación a la opinión pública por parte de algunos personeros políticos, tienen un trasfondo que llevan consigo mensajes con dedicatorias y con palabras rebuscadas para que surtan cierto efecto en los aludidos. De sus resultados y consecuencias se pretende sacar algún provecho insospechado y que permite manipular algunos temas que por una razón u otra están dando vueltas en las cabezas de quienes las emiten.
Como no quieren aparecer violentos ante la opinión pública -porque pueden acarrearles algunas reacciones adversas- son buscadas expresamente para provocar reacciones, opiniones, respuestas prolijamente seleccionadas y cargadas con cierta inocencia para que no produzcan urticarias en las epidermis de los que se sientan aludidos.
Estos epítetos altisonantes que cada cierto tiempo remecen el ambiente político provocan respuestas inmediatas de las partes afectadas y este juego de palabras no hacen otra cosa que alterar los ánimos de los ciudadanos que están en otra actitud, que quieren vivir en paz, en armonía con sus hermanos y trabajar cada uno en sus quehaceres propios tratando de mejorar sus condiciones de vida.-
Las palabras no deben usarse en forma mal intencionadas porque enunciadas en esta forma siempre dan motivo para ser interpretadas de distinta manera y acomodadas al antojo de quienes las emiten. Tampoco es correcto tratar de torcerle el sentido a nuestro idioma castellano porque todas ellas tienen su significado explícito y sus acepciones respectivas, según el diccionario al cual recurrimos cuando la duda aparece en nuestro mundo neuronal y buscamos información adecuada en caso que una palabra nos provoque alguna duda momentánea y especialmente cuando hay que referirse a otras personas u otros estados o gobiernos cuyo lenguaje hiere sensibilidades en el común de la gente. De este lenguaje, que se dice ser propio de la diplomacia, dependen las buenas o malas relaciones que deben existir entre los pueblos y ello es motivo suficiente para ser cuidadoso en el uso de las palabras y no dejarlas al arbitrio de las interpretaciones.
En este mundo globalizado todas las opiniones y actos de personajes de connotación pública algo subidas de tono son transmitidas al instante al mundo entero y por lo tanto hay que tener mucha cautela al momento de emitirlas si no se desea verse envueltos en polémicas inútiles a la que desgraciadamente, ya nos estamos acostumbrando.
No es conveniente entusiasmarse con las descalificaciones personales porque ellas sólo consiguen encender las pasiones y aumentar la animosidad que existe en el ambiente general enrareciendo el aire que respiramos y dificultando en esta forma nuestra convivencia diaria.
Como no quieren aparecer violentos ante la opinión pública -porque pueden acarrearles algunas reacciones adversas- son buscadas expresamente para provocar reacciones, opiniones, respuestas prolijamente seleccionadas y cargadas con cierta inocencia para que no produzcan urticarias en las epidermis de los que se sientan aludidos.
Estos epítetos altisonantes que cada cierto tiempo remecen el ambiente político provocan respuestas inmediatas de las partes afectadas y este juego de palabras no hacen otra cosa que alterar los ánimos de los ciudadanos que están en otra actitud, que quieren vivir en paz, en armonía con sus hermanos y trabajar cada uno en sus quehaceres propios tratando de mejorar sus condiciones de vida.-
Las palabras no deben usarse en forma mal intencionadas porque enunciadas en esta forma siempre dan motivo para ser interpretadas de distinta manera y acomodadas al antojo de quienes las emiten. Tampoco es correcto tratar de torcerle el sentido a nuestro idioma castellano porque todas ellas tienen su significado explícito y sus acepciones respectivas, según el diccionario al cual recurrimos cuando la duda aparece en nuestro mundo neuronal y buscamos información adecuada en caso que una palabra nos provoque alguna duda momentánea y especialmente cuando hay que referirse a otras personas u otros estados o gobiernos cuyo lenguaje hiere sensibilidades en el común de la gente. De este lenguaje, que se dice ser propio de la diplomacia, dependen las buenas o malas relaciones que deben existir entre los pueblos y ello es motivo suficiente para ser cuidadoso en el uso de las palabras y no dejarlas al arbitrio de las interpretaciones.
En este mundo globalizado todas las opiniones y actos de personajes de connotación pública algo subidas de tono son transmitidas al instante al mundo entero y por lo tanto hay que tener mucha cautela al momento de emitirlas si no se desea verse envueltos en polémicas inútiles a la que desgraciadamente, ya nos estamos acostumbrando.
No es conveniente entusiasmarse con las descalificaciones personales porque ellas sólo consiguen encender las pasiones y aumentar la animosidad que existe en el ambiente general enrareciendo el aire que respiramos y dificultando en esta forma nuestra convivencia diaria.
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