A confesión de partes, relevo de pruebas

Escribe para El Ojo el periodista osornino Ricardo Casas Tejeda (www.lapizenlaoreja.blogspot.com).
Existe desde hace mucho tiempo la tesis que identifica a la Concertación con una visión derechista. En asambleas estudiantiles universitarias o de boca de dirigentes sindicales y desde diversos sectores populares no pocas veces se criticó la falta de representatividad  e interpretación de los gobiernos de la Concertación, fundamentalmente porque existe la opinión de que la transición siempre fue la excusa para no "meter mano" al modelo, para no realizar cambios estructurales, para no desmantelar ni desatar los amarres pinochetistas.

La Concertación fue una buena administradora del modelo de Pinochet y elevó a la categoría de "gesta heroica" cualquier medida cosmética o reforma que sólo la historia debiera encargarse de valorar en cuanto a profundidad y alcance.

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En mayo, tras la primera cuenta al Congreso por parte del Presidente Piñera, el diputado Juan Carlos Latorre (Demócrata Cristiano), señaló que le hubiese gustado que el anuncio de la rebaja al 7% de las cotización de salud para los jubilados "los hubiera hecho la Presidenta Bachelet durante su último año de gobierno". Pero a Latorre se le olvida decir que ora la DC, ora el PPD, ora el PS, nunca lograron acordar cambios de este tipo, porque evidentemente no manifestaron la voluntad política necesaria.
Mal podrían haberla manifestado. Hemos visto la evidencia pasar ante nuestros ojos; subsecretarios y ministros de gobiernos de la Concertación pasaban, tras abandonar el gobierno, a formar parte de directorios de empresas privadas, gerencias en isapres, en empresas generadoras de electricidad, en fábricas de celulosa, en administradoras de fondos de pensiones o incluso en las asociaciones que agrupaban a estas empresas y que se preocupaban de cuidar sus intereses. Para qué hablar de los asesores de imagen de esas mismas empresas, que antes fueron ministros o subsecretarios.
El propio candidato a la presidencia de la DC, Ignacio Walker, ha señalado que "no está dispuestos a abrir la concertación a la izquierda de Arrate ni de Enríquez", y su argumento es claramente electoral: "sería regalarle la clase política del centro a la derecha", reconociendo implicítamente con ello la existencia de una clientela que no están dispuestos a perder.
Sin embargo, la última y definitiva confirmación de lo que antes podría haberse considerado una crítica política sin fundamento, es corroborada por Pablo Longueira, uno de los principales líderes de la derecha ideológica heredera de Jaime Guzmán, quien le asesta el definitivo puntapié al tablero de esta partida de ajedrez, al señalar que "los gobiernos de la Concertación han sido gobiernos de centroderecha".
Probablemente en los próximos días asistiremos al debate pseudofilosófico respecto a la utilidad y pertinencia de las categorías "derecha e izquierda" entre los intelectuales de la Concertación y los intelectuales de la Alianza, quienes seguramente acordarán un punto intermedio que les permita seguir analizando la complejidad del fenómeno político chileno. O, tal vez, comiencen a disputarse el cetro del más izquierdista o el más derechista.

DISPUTAS DE ELITE
Pero si algo debiese quedar en nuestra memoria es la subterránea disputa de las élites políticas (y disculpenme por usar el término élite que en rigor se refiere a los mejores) por capturar los votos de la clase media, de los indecisos, de los que en la lucha cotidiana por la supervivencia económica pugnan por obtener algunos subsidios del Estado o beneficios sociales. Esos mismos beneficios que no necesariamente contribuyen al profundo y necesario cambio social que necesitamos para asegurar un futuro decente para nuestros hijos e hijas, en todo orden de cosas, desde la educación hasta el medioambiente.

Y en esa lucha tratarán de confundirnos, de envenenar cualquier opinión de los ciudadanos, los temas que para los conservadores no son relevantes ni están en su agenda legislativa, los temas "valóricos" que ellos ya tienen resueltos en lo privado, pero que no están dispuestos a discutir en lo público, volverán a la palestra. No para resolver ni para legislar, sólo para separarnos, dividirnos y confundirnos.

El terremoto ha dejado muchos cimientos al desnudo. Debemos decidir si esta casa la edificaremos sobre ruinas o sobre roca sólida. Y en el proceso deberemos hacernos cargo todos nosotros, ciudadanos y ciudadanas, en la vida cotidiana.
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